Ante la pregunta: “¿Visitaste o irás a ver a tu papá?”,
quienes están enojados con él suelen tener muchas respuestas:
“Me abandonó”, “nunca estuvo”, “no me dio lo que necesitaba”, “ya no vive”, “radica muy lejos”, está lloviendo…
En mis consultas he escuchado una y otra vez estas historias.
Más aún en los últimos años, donde parece haberse puesto de moda odiar al hombre y ensalzar únicamente a la mujer luchona o a la madre soltera.
Hoy recuerdo especialmente el caso de una mujer que decía haber sido “abandonada” por su padre cuando era muy pequeña.
Cargó con ese vacío durante años, hasta que en terapia surgió el deseo de buscarlo.
Investigó, preguntó, y finalmente descubrió dónde vivía.
Cuando llegó a mi consulta, ya sabía dónde encontrarlo. Pero dudaba.
Dejó pasar tres, cuatro, cinco meses. No se decidía.
Y cuando por fin tomó el valor de ir… le informaron que había fallecido días antes.
Demasiado tarde.
Así que si a ti también te surgieron —o te metieron— ideas de odio hacia tu padre, tal vez sea momento de verlo.
Tal vez sea momento de revisar tu historia antes de que se convierta en arrepentimiento.
Recuerda que, si bien la visita presencial es maravillosa, la visita con el corazón y con el alma es poderosísima.
Honrar a tu padre con el corazón bien puesto, y con el alma limpia, con una reverencia profunda, es una forma de agradecer por lo que nadie más te dio, y que nunca nadie te dará: la vida.
La vida nace del encuentro: ni la madre más fuerte puede darla sin la semilla del padre.
PD: Si supieras las verdades profundas que he descubierto en sesiones de constelaciones familiares, Bridge coaching e Imágenes cuánticas, con mis consultantes, te mega sorprenderías. No puedes conocer lo que hay en la mente de tu padre, ni en su corazón mucho menos en su alma. NO lo juzgues.
Solo agradece.
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